La CND estremeció las tablas de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, y el público, eufórico, le correspondió
Un corazón con el orgullo herido puede auxiliarse, a modo de venganza, de la violencia. Bien lo supo la sensual Carmen al «jugar» al amor con tres hombres, frente a todos, pero sin la aprobación de ninguno. Su suerte quedó en las manos del sargento José, que, aunque prendado de ella, no supo dominar sus sentimientos al verla libre, deseada, requerida por otros.
Lujuria, celos, odio y asesinatos movieron a los bailarines de la Compañía Nacional de Danza (CND) de España, al representar, durante viernes, sábado y domingo, una versión de la icónica Carmen , cuyo estreno en Cuba mostró una nueva interpretación de esa pieza esencial en la coreografía de nuestro país.
Con música de Georges Bizet y Rodion Shchedrin, esta versión de dos actos es de la autoría del sueco Johan Inger, quien fuera galardonado en el Benois de la Danse 2016, por su coreografía, creada originalmente para la CND.
Tomando como base la novela homónima del francés Prosper Mérimée, el coreógrafo creó esta pieza apegándose a la contemporaneidad, lejos de la de Alberto Alonso, que corresponde al ballet académico. No obstante, las esencias de la historia no cambiaron. Erotismo, seducción, desquite y muerte se mantienen latientes en una obra cargada de simbolismo.
«Mi Carmen parte de la historia original de Mérimée, en la cual José es el auténtico protagonista quien, incapaz de soportar la libertad de su amada, inicia un descenso a los infiernos, llevado por los más primitivos instintos del hombre: la pasión y la venganza», manifestó Inger.
Entre las particularidades de esta versión, destaca el uso de nueve prismas de tres caras, movidos por los bailarines en la presentación, y la incorporación de un nuevo personaje: un niño en el que, según ha dicho el coreógrafo, hay «un cierto misterio, podría ser un niño cualquiera, podría ser el Don José de niño, podría ser la joven Michaela, o el hijo nonato de Carmen y José. Incluso podríamos ser nosotros, con nuestra primitiva bondad herida por una experiencia con la violencia que, aunque breve, hubiera influido negativamente en nuestras vidas y en nuestra capacidad de relacionarnos con los demás para siempre».
La CND estremeció las tablas de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, y el público, eufórico, le correspondió.
Así se despidió, en su última jornada, el 27 Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso (fibh), que bajo la guia –por primera vez– de la directora del Ballet Nacional de Cuba, la primera bailarina Viengsay Valdés, reunió a diversos conjuntos y solistas de dentro y fuera del patio.
Cinco salas de cuatro provincias acogieron al fibh, en una edición que marcó el regreso a los escenarios de Viengsay, quien asumió el rol de Giselle en homenaje a los 79 años del debut de la prima ballerina assoluta en ese personaje icónico del ballet romántico y los 25 del suyo.
Conjugando una exquisita amalgama de estilos, en esta oportunidad el evento realzó la historia de la cita e impuso nuevas metas a cada uno de los participantes, que desde el pasado 20 de octubre, Día de la cultura cubana, privilegiaron a la Mayor de las Antillas en el más antiguo Festival de su tipo en el mundo.